TODO EMPEZÓ CON UNA YURTA…
Desde niña tenía la mala (¿o buena?) fama de que cuando se me metía una cosa en la cabeza no paraba hasta conseguirla.
Y ahí está el problema, el día que, tras haber visitado Mongolia para una investigación de las creencias primitivas mongolas, y de haber admirado la obra de arquitectura manual de montaje y desmontaje de las yurtas, se me metió en la cabeza pasar una temporada en una.
Entonces se me ocurrió preguntar a todas mis amistades de Shanghái si conocía a alguien en Mongolia que pudiera facilitarme dicha experiencia. Una amiga conocía a otra amiga que había sido Miss Mongolia. Me la presentó, y ahí empezó la aventura.
Y la yurta.